Para empezar, sube la curva, muertes, muertes, muertes. Al menos, si vives en Madrid, empieza a estar difícil que no haya alguien a quien conoces que esté gravemente hospitalizada, o que haya perdido a algún familiar cercano (si no eres tú misma quien lo has perdido o estás hospitalizada). Hospitales colapsados, IFEMA convertido en hospital…
Nuestras amigas sanitarias nos cuentan el nivel de sufrimiento y estrés que están viviendo, niveles de ansiedad elevadísimos. Cadáveres que se empiezan a acumular en el Palacio de Hielo, ahí donde antes habías ido a disfrutar patinando.
Las familias no se pueden despedir de sus seres queridos, no se pueden abrazar… La gente muriendo sola y su gente sufriendo sola. Acojona, la verdad.
Tras la primera semana de estado maníaco e hiperconexión para no conectar con lo que está sucediendo, entramos en estado de shock.
Calles completamente vacías, emocionadas a las 20h con el aplauso sanitario, los memes de humor son sustituidos por canciones emotivas, fotos de la ciudad desierta, de la natraleza resurgiendo, de la importancia de lo esencial…
Solidaridad en los barrios, construyendo pantallas y EPIS para el personal sanitario, que se está enfrentando a todo esto sin los materiales necesarios. Apoyándose para hacer recados y la compra de las personas vulnerables del vecindario. Organizándose las despensas solidarias, y diversas iniciativas vecinales, que me hacen sentirme orgullosa de mi barrio.
Montaña rusa emocional; miedo, tristeza, emoción, APOCALIPSIS (algunas lo equiparan a la guerra…).
foto de ManchegoArte.es