Con los cambios de fases llegan los encuentros. Tantas ganas de salir y encontrarme que me doy cuenta que quizás voy demasiado rápido. Que necesito desconfinarme progresivamente. Que mi cuerpo se ha desacostumbrado a salir, a la gente y a las terrazas. Quizás tengo que ir cambiando las fases de mi cuerpo a mi ritmo. Pasar por la 0,5, la 0,8, 1,5… Para no lesionarme por falta de entrenamiento o por salir sin calentar. Las resacas emocionales son más duras de lo que recordaba.
Que al reencontrarme con mi gente, vuelve a traer lo que había. Aunque lo hubiera olvidado, las dinámicas familiares o laborales solo se habían congelado en este paréntesis sin vernos en persona, pero siguen siendo las mismas, y quizás yo voy más blandita; sin mi coraza, y me escuece más…
Así que a seguir resignificando, buscando el equilibrio para caminar en dirección a la «buena normalidad» (como dice mi amiga Sonia), por que entramos al confinamiento desde un mundo y estamos saliendo a otro difrente. También yo soy otra, que he surfeado mucho estos meses.
Toca reconstruir los afectos, las medidas de cuidado (tan diferentes a las que hasta ahora conocíamos), los planes veraniegos, la vuelta a lo público…
Por último, todo esto con el fin de seguir buscando un equilibrio que me permita navegar con lo aprendido para tratar de construir una «buena normalidad» en esta «nueva anormalidad»; para no caer en la locura.